Cuando abrí mi gimnasio en Valencia, no tenía ni idea de todo lo que iba a implicar montar un negocio desde cero. Me apasiona el deporte y el trato con la gente, pero lo administrativo nunca ha sido lo mío. Aun así, lo saqué adelante. Y cuando vi que el local se me quedaba pequeño y surgió la oportunidad de trasladarme a otra ciudad con mejores condiciones, decidí dar el paso. Pensé que lo más difícil sería despedirme de algunos clientes que llevaban años viniendo cada semana. Pero no. Lo más complicado fue mover físicamente todo el gimnasio.
Decidí que había que mudarse
Llevaba meses dándole vueltas. El local donde estaba tenía muchas limitaciones: poca ventilación, vecinos que se quejaban del ruido, y un alquiler que no paraba de subir. Un colega me habló de una ciudad a una hora de Valencia donde los precios estaban mejor, la gente tenía cultura de gimnasio y, lo más importante, había un local enorme disponible en una buena zona. Fui a verlo. Me convenció. A la semana siguiente estaba firmando el nuevo contrato.
Pero claro, una cosa es firmar el contrato del nuevo sitio, y otra muy diferente es desmontar el gimnasio entero, transportarlo y dejarlo montado otra vez como si nada. Ahí empezó el verdadero trabajo.
Ahora tenía que hacer el inventario
Antes de mover un solo tornillo, me senté a hacer inventario. Aunque no me gustara era necesario. Tenía que saber cuántas máquinas tenía, cuántas pesas, bancos, colchonetas, bicicletas, sacos, barras, discos… y eso sin contar las cosas pequeñas como esterillas, ventiladores, altavoces o incluso taquillas. Todo eso iba a tener que moverse.
Lo apunté todo en un Excel. No me compliqué mucho. Nombre del objeto, cantidad, estado, y si era desmontable o no. Me llevó dos días completos. Pero fue una de las cosas más útiles que hice. Me ayudó a planificar cómo lo iba a embalar, qué cosas podía desmontar para ahorrar espacio, qué necesitaba para proteger lo más delicado, etc.
Tres semanas moviendo papeleo
Mientras me peleaba con el inventario, empecé también con el papeleo. Cambiar un negocio de ciudad no es solo cuestión de mudarte. Tuve que cerrar la actividad en Valencia y abrirla en la nueva ciudad, pedir licencias, actualizar el seguro, avisar a los proveedores, y también notificar el cambio a mis clientes.
Algunos trámites los pude hacer online, pero otros no. Para algunas gestiones tuve que pedir cita en persona, rellenar formularios, presentar documentación… Todo eso me llevó casi tres semanas. Si alguien está pensando en hacer algo parecido, mi consejo es que empiece con eso desde el primer día. Es lento y no depende solo de uno mismo.
Me tocaba embalar
Una vez que tenía claro qué iba a trasladar y había avanzado bastante con los papeles, tocaba lo más físico: embalarlo todo. Aquí fue donde me di cuenta de que esto no era como una mudanza cualquiera.
Al principio pensé hacerlo a mano, con cajas y film transparente de los que encuentras en cualquier ferretería. Pero cuando me puse a envolver la primera máquina grande, supe que así no iba a llegar a ningún lado. Necesitaba otra cosa.
Me puse a buscar empresas de embalaje en Valencia. Encontré varias, pero la que más me convenció fue BVPack. Me gustó porque tenían todo tipo de maquinaria para embalar, desde flejadoras hasta precintadoras, pero lo que de verdad me interesaba era una envolvedora de palets. Les escribí, les conté mi situación, y al día siguiente ya me habían respondido. Me asesoraron muy bien, incluso me dijeron qué tipo de film era mejor para el tipo de máquinas que tenía. Me decidí rápido. Compré una envolvedora semiautomática que me entregaron en pocos días.
Cómo usé la envolvedora
La máquina era bastante intuitiva. Venía con su manual, pero también me pasaron un vídeo para que no tuviera dudas. Pude ajustar la tensión del film, la velocidad de giro y la altura. No necesitaba más.
Empecé por las cosas más grandes: la prensa de piernas, la máquina de remo, la jaula de sentadillas… Las fijé sobre palets, las aseguré con film, y en menos de una mañana ya tenía más de diez máquinas listas para cargar. Después seguí con los bancos, las bicicletas y las máquinas más pequeñas.
Gracias a la envolvedora, todo quedó perfectamente protegido, sin piezas sueltas ni riesgo de que algo se cayera durante el transporte. Además, pude optimizar el espacio del camión porque todo estaba empaquetado de forma compacta.
También usé cajas grandes para las pesas y los discos, y filmé las tapas para que no se abrieran. Las colchonetas y las esterillas las enrollé y las até en grupos. Los espejos los protegí con mantas gruesas y plástico de burbujas.
Lo que no me entraba en palets lo envolvía igualmente y lo etiquetaba. La clave fue ir haciéndolo por zonas: primero zona de musculación, luego zona de cardio, después la recepción, los vestuarios, etc.
Coordinación con el transporte
Contraté una empresa de transporte que ya había trabajado con maquinaria pesada. Les expliqué lo que llevaba, les pasé las medidas de los palets y el número total. Ellos vinieron con una carretilla elevadora y el camión adecuado. La carga la hicimos entre todos.
Les pedí que condujeran con cuidado, porque, aunque todo iba bien embalado, no me hacía gracia que se golpeara algo. Fueron profesionales. Incluso me llamaron cuando llegaron a destino para confirmar que todo había llegado sin problema.
El montaje en el nuevo local
Cuando llegamos al nuevo local, no tuve tiempo ni de celebrarlo. Tocaba descargar y montar. Aquí me ayudaron dos amigos que también son entrenadores. Volvimos a usar la carretilla para bajar todo. Gracias a que el embalaje estaba bien hecho, fue muy fácil colocarlo por zonas, sin confusiones.
Una vez dentro, empecé a desembalar todo con cuidado. Las máquinas grandes las montamos primero, porque sabíamos que después sería más difícil moverlas. Luego colocamos las pesas, bancos y material complementario.
Aproveché para reorganizar el gimnasio con una distribución más lógica: zona de cardio al fondo, musculación en el centro y peso libre más cerca de los espejos. El nuevo espacio es más grande, así que pude dejar pasillos amplios entre máquinas, lo cual da mucha mejor sensación.
Pequeños detalles que marcan la diferencia
Hay cosas que no parecen importantes hasta que te pones a montar todo de nuevo. Por ejemplo: tener los tornillos y piezas pequeñas bien organizadas, saber qué cables van con qué máquina, tener a mano las herramientas adecuadas… A mí me ayudó hacer fotos antes de desmontar cada máquina. Así, al volver a montarlas, no había dudas.
También llevé un registro de lo que iba montando para no olvidarme de nada. Y en una libreta apunté lo que iba necesitando: tornillos de repuesto, tacos para la pared, enchufes múltiples, cosas así.
Reapertura y primeros días
Después de casi dos semanas entre embalar, trasladar, montar y limpiar, por fin pude abrir. Avisé por redes sociales, envié correos a los antiguos clientes y empecé a hacer promoción local.
Los primeros días vinieron sobre todo curiosos y vecinos. Poco a poco fueron entrando clientes nuevos. El local es más amplio, tiene mejor ventilación y, al estar todo bien distribuido, da una imagen mucho más profesional.
Qué aprendí del proceso
La mudanza fue agotadora, pero aprendí muchísimo. Primero, que planificar bien lo es todo. Hacer inventario, preparar bien el embalaje, anticipar el papeleo… todo eso ahorra muchos dolores de cabeza después.
También entendí que no siempre lo barato sale bien. Si hubiera intentado embalar todo a mano sin maquinaria, habría tardado el doble y las cosas habrían llegado dañadas.
Por último, descubrí que no hay que tener miedo a los cambios si se hacen con cabeza. Trasladar un negocio entero da vértigo, pero si se hace bien, puede ser una oportunidad para mejorar y crecer.
Lo que repetiría y lo que no
Si tuviera que hacerlo otra vez, repetiría sin dudarlo el sistema de organización por zonas y el hacer fotos antes de desmontar cada máquina. Eso me ayudó mucho a tener todo controlado y a no perder piezas ni tiempo durante el montaje. También me funcionó bien llevar una lista con lo que iba montando, para no dejarme nada por el camino.
Lo que cambiaría sería el intentar hacerlo todo solo. Me confié y pensé que podía desmontar gran parte del gimnasio sin ayuda, pero fue un error. Perdí más tiempo del necesario y acabé agotado antes incluso de empezar con el traslado. Si volviera a pasar por lo mismo, contrataría ayuda desde el primer día.
Un nuevo comienzo con todo bien atado
Mover todo mi gimnasio ha sido uno de los retos más grandes que he vivido como profesional. Tuve que ocuparme de todo: logística, papeleo, transporte y montaje. No fue fácil, pero al final mereció la pena.
Hoy tengo un espacio mejor, clientes nuevos y la satisfacción de haberlo hecho por mí mismo. Aunque hubo momentos de mucho estrés, todo el esfuerzo tuvo sentido al ver el resultado final. Si estás pensando en hacer algo parecido, planifica bien, anticípate a los problemas y, sobre todo, no subestimes el trabajo que hay detrás.
Mudarse no es fácil, pero si se hace con orden y cabeza, puede ser el comienzo de una etapa mucho mejor.