Hace poco, por recomendación de una amiga, visité la inmobiliaria Fresno, ya que quería trasladarme a vivir a un chalé a Cobeña. Yo no soy de Madrid, sino de un pueblo de Galicia, por lo que no acababa de acostumbrarme a trabajar y a todo lo que ello conllevaba. Ya sabéis, mañanas de atascos interminables, horas de transporte en metro o en autobús, gente por todas partes, colas hasta para hacer la compra… Necesitaba romper un poco con ese ritmo de vida que iba a acabar conmigo y con mi salud.
Y, sinceramente, comprarme el chalé en Cobeña fue lo mejor que hice. Por las mañanas sigo yendo a trabajar a Madrid, pero como mi trabajo está un poco a las afueras, no llego a entrar en la ciudad y me he librado de bastantes atascos. Es más, ahora hago más kilómetros, pero paso menos tiempo en el coche, así que al final incluso aunque suene paradójico estoy ahorrando en gasolina.
Asimismo, noto en mi forma de vida que estoy mucho mejor físicamente. El hecho de vivir en un chalé con una pequeña parcela de jardín me obliga a mantenerme activa, y eso mi cuerpo lo está notando. He dejado de pasar horas sentada en el metro, en el coche o en el trabajo y en casa en el sofá para entretenerme con otro tipo de actividades. El chalé está estupendamente y apenas me da trabajo que no sea el de simplemente decorarlo a mi gusto, pero el jardín, aunque esté bien también, siempre necesita de cuidados. Da igual que cortes el césped hoy porque para la semana que viene tendrás que volverlo a hacer. También hay que regar cada día, lo que supone sacar la manguera, moverte por toda la finca y volverla a recoger para que no se queme el césped si la dejas estirada sobre él. Las plantas, igualmente, requieren de sus cuidados, más cuando es temporada. Y como soy un poco sibarita y tenía espacio, contraté con Piscinas DTP la instalación de una piscina para un hueco donde le da bien el sol, así como una cancha de tenis por detrás de la casa, más bien tirando hacia la sombra. Esto tampoco se mantiene solo, hay que moverse para limpiar de vez en cuando la piscina. Las depuradoras funcionan bien, está claro, pero en ocasiones toca pasar el limpiafondos o un recogedor para sacar las hojas. También de la cancha de tenis, donde tengo que barrer.
Suena trabajoso, pero la verdad es que se hace con gusto porque es el fruto de tu trabajo, y como son tareas un poco mecánicas, es un tiempo en el que no te rompes la cabeza con el estrés ni con problemas, te entretienes haciendo eso y dejas la mente en blanco. Y, como decía, en el fondo no deja de ser actividad física que te mantiene alejada del sedentarismo tan perjudicial para la salud.
Pon un perro en tu vida
El hecho de tener jardín, además, me ha animado a cumplir uno de mis sueños, que era tener perro en casa. Antes no me había decidido a ello porque vivía en un piso y al ser un espacio cerrado no es muy agradable, ya que como todo el mundo sabe los perros producen olor. De esta forma, lo tengo en el jardín, donde él también disfruta mucho más que si estuviese en casa.
Salimos a pasear al menos una vez al día, normalmente cuando yo vuelvo de trabajar, y estamos unos tres cuartos de hora conociendo el pueblo y viendo nuevas rutas por la naturaleza por los lugares que rodean mi finca. El hecho de caminar con él cada día ha ayudado también a que me baje el estrés y, sobre todo, el colesterol.
En definitiva, he cogido nuevos hábitos y rutinas que me sientan bien, que me mantienen activa en un entorno más cercano al campo y donde todo se lleva con más tranquilidad.