Estamos acostumbrados a que cuando un hijo no rinde bien académicamente se le castiga con no hacer lo que más le gusta. Me explico. A mi hijo Álvaro, de 15 años, lo que más le gusta en este mundo es jugar al fútbol. Es un apasionado del balón. Yo creo que sueña con él. Se levanta y ya está dando toques en casa. Al colegio se le puede olvidar cualquier libro o cuaderno, pero nunca se le olvidará la dichosa pelotita para jugar en el recreo. Cuando llega a casa, después de merendar y hacer los deberes, baja al parque a jugar con los amigos. Por supuesto, está apuntado a un equipo, donde entrena dos veces a la semana y juega todos los domingos.
Como podéis ver una vida dedicada al fútbol. Pero yo soy de esos padres que no piensa que tengo un Leo Messi en potencia en mi casa. Al contrario, soy bastante crítico con él, y pienso que tanto tiempo dando patadas a un balón no puede ser bueno. Por eso, cuando el suspende alguna asignatura en el colegio soy bastante crítico y lo que haga es quitarle de jugar. Tenéis que ver cómo llora cuando lo hago.
Y es aquí dónde surge el dilema. ¿Hago bien? He hablado con ciertos padres que me dicen que ellos nunca le quitarían el deporte a su hijo. Que es muy sano, que evita que se den a otros vicios, que hacen que estén en forma y no tengan obesidad, que es la enfermedad mayoritaria entre los adolescentes. Por el contrario, otros padres me dicen que lo mejor para que espabile un hijo es que le quiten lo que más quiere. Que es la mejor manera de comenzar a valorar lo que desea. ¿Tú qué opinas? Me gustaría recibir varias opiniones.
A los que no hago mucho caso es a los padres forofos. Sí, como lo oyes. Y es que he llegado a hablar con alguno que me dice que lo que tengo que hacer es quitarle de estudiar y que se dedique solo al fútbol. Así nos podrá retirar a toda la familia. Quiero pensar que lo dicen en bromas, aunque después de ver algunas acciones durante todos los partidos, ya no sé qué pensar.
Deporte vs. Botellón
Afortunadamente, tengo que reconoce que tantas horas pegado al balón le impiden que se dé a otros vicios. Me refiero al famoso botellón, que ahora está tan de moda y comienza antes, o por salir con chicas. Pero claro, pronto llegará la famosa Selectividad y ahí es donde me llega el miedo. No tengo todas las esperanzas puestas en él, por eso ya he mirado un centro donde le pueden asesorar para llegar en las mejores condiciones. Se llama Pupilos y he leído que trabajan día a día durante el invierno con aquellos alumnos que no consiguen superar los objetivos marcados en los colegios e institutos. Además les orientan y forman para poder completar ese nivel y puedan superar las asignaturas a final de cada evaluación y del curso.
Sea como esa, espero que la educación que le estoy dando a mi hijo sea la mejor. Su madre y yo estamos haciendo un esfuerzo muy grande y nos gustaría verlo recompensado.