¿Vino sí o vino no?

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Hace poco, navegando por la red como muchos de vosotros hacéis, me encontré con la página web de la empresa Exportcave, una compañía que se dedica al diseño y a la comercialización de productos para el sector de las bebidas, la hostelería en general o el catering. Me llamó la atención la cantidad de productos que tenían para uno de mis mayores placeres: el vino. Desde decantadores, copas de vino, vinotecas baratas, tapones… Esta web lo tenía todo y con una excelente relación entre la calidad de los artículos puestos en venta con el precio al que podíamos adquirirlos. Pues bien, no quiero hablaros de las excelencias de los productos de esta compañía, sino contaros cómo volví a una de mis mayores dicotomías: vino sí o vino no. He ahí la cuestión, que diríamos si este artículo fuera obra de Shakespeare.

El caso es que, al igual que vosotros, los que estáis en esta web, son una amante de la vida sana, de cuidarme para mantenerme en forma, y durar lo máximo con la mejor calidad de vida. Pero claro, ¿a quién le amarga un dulce? Pues a mí no, he de reconocerlo. Me gusta comer hamburguesas, me gusta tomarme una tortilla de patata de las de mi abuela, un buen plato de pasta y hasta un chocolate caliente, pero si algo me gusta de verdad es tomarme de vez en cuando, en las reuniones con mis amigos, un buen vino. Y nunca he estado segura de si debería hacerlo para cuidarme.

Así como suelo tomar otro tipo de alimentos con moderación, como puede ser la tortilla de patata (porque sé que el huevo es el mayor nutriente de la naturaleza y que las patatas son también producto de la huerta), el vino he tratado siempre de alejarlo lo más posible de mi dieta por todas las dudas que me suscitaba alrededor de si tenía más ventajas que inconvenientes a la hora de cuidarme. Pues bien, ver todos los productos que había esta página web para una de mis mayores aficiones me hizo buscar información y consultar a algunos médicos acerca de cuál debería ser mi actitud frente a esta bebida. Y, sí, todos aquellos que estabais pensando en sus bondades os encontráis en lo cierto.

Al igual que la mayor parte de todo en la vida, su conveniencia o no depende de la cantidad. Si tienes poco dinero, vives ahogado, pero si te sobra a millones puede que te conviertas en un egocéntrico integral. Lo ideal es el término medio. Que debemos beber mucha agua al día, sí. De lo contrario estaríamos secos y nuestras células no se regenerarían. Pero sin abusar, ya que de un exceso de agua en el cuerpo también se puede llegar a la muerte. Pues esto mismo es lo que ocurre con el vino. Se sabe incluso que aquellos que abusan del mismo presentan siempre un índice más alto de enfermedades coronarias, pero estas son frecuentes también en mayo cantidad en los abstemios que frente a aquellos que hacen un consumo de manera moderada.

Se cree que el vino, como decimos, en un consumo moderado, puede ayudar a prevenir muchas enfermedades gracias a sus alcoholes, que inhabilitan a gran parte de los agentes patógenos que pululan por nuestro cuerpo. Además, se trata de una bebida que también funciona como un tranquilizante natural. ¿Qué mejor que una copa de vino para reducir el estrés o la ansiedad? Mejor algo ecológico que procede de una fruta como las uvas que unas pastillas químicas para aliviar la tensión que acumulamos en nuestro organismo.

Asimismo, para vosotros, los lectores de nuestra web de vida sana y pasión por el deporte, os dejamos también otra de las razones por las que el consumo moderado del vino es estupendo en nuestra dieta: aporta energía y ayuda a la digestión con cantidades pequeñas de minerales y vitaminas. Algo ideal cuando nos estamos preparando para hacer alguna prueba de esfuerzo físico.

¿Os lo imagináis? Vais a hacer una carrera y encima de calmaros os dará un aporte extra de fuerza para resistirla. Está claro, no desechéis el vino de vuestra dieta, pero eso sí, sin abusar.